
García Márquez y Cepeda Samudio
Este cuento hace parte de una novela bastante experimental. Su autor Cepeda Samudio sostenía la teoría de que una novela se hace a partir de cuentos concadenados por relatos. De ahí entonces se divisa las diferencias a veces complejas de captar entre novela, cuento y relato. Habrá que estudiar más el estilo y reflexión literaria de Samudio. Por ahora les compartimos un fragmento de Los cuentos de Juana, una obra desde la fantasía y la representación del absurdo, donde su protagonista va desvanando la vida y la condición de la feminidad. Una obra que entonces es algo más que un conjunto de cuentos, asimismo como es un ademán que el autor hace a gratos amigos, como el pintor Alejando Obregón, personaje del cuento que hace de prólogo, y el escritor Gabriel García Márquez, personaje en este cuento que traemos hasta ustedes.
A GARCÍA MÁRQUEZ, JUANA LE OYÓ...
A García Márquez le oyó decir Juana la historia del hombrecito de la lata de avena Quaker. García Márquez vive ahora en Barcelona y seguramente ha olvidado la historia. Lo cierto es que no la ha escrito nunca. Cuando Juana leyó Cien años de soledad pensó encontrarla allí. Pero no está en ese libro, ni en ninguno de los otros que hasta ahora ha escrito García Márquez. Cada vez que se publica una historia de García Márquez, Juana se siente a la vez desencantada y aliviada: espera siempre que aparezca el hombrecito de la lata de avena Quaker y teme al mismo tiempo que se cuente su historia, puesto que ella ha desarrollado una complicada teoría para explicar el extraño hombrecito vestido de azul, zapatos de hebilla, pechera bordada, tricornio y amplia casaca, que sostiene en su mano derecha una lata de avena Quaker.
Lo que llamó la atención de García Márquez cuando vio por primera vez en los potes de avena cuáqueros gordiflones y sonrientes, con sus cabezas más anchas que altas, como soldados de carnaval, en los estantes del comisariato de la Compañía en Santa Marta, fue el peto: un peto duro y aplastado como de hermano cristiano. Luego, tal vez semanas más tarde, cuando le compraron el vestido marinero de paño azul turquí, cuello cuadrado y pito de madera que sabía a jabón de pino, Gacía Márquez notó los zapatos del hombrecito. “Son de marcia”, pensó, pues nunca había visto a nadie en Aracataca usar zapatos de charol sin cordones y con hebillas plateadas. Fue mucho tiempo después cuando descubrió asombrado que en la lata que sostiene en su mano derecha el hombrecito de la avena Quaker hay otro hombrecito que también sostiene en su mano derecha otra lata de avena Quaker en la que aparece otro hombrecito que sostiene en su mano derecha otra lata en la que un hombrecito sostiene en su mano derecha una lata de avena Quaker que muestra un hombrecito sosteniendo en su mano derecha una lata en cuya etiqueta se ve claramente un hombrecito que muestra sostenida en su mano derecha una lata de avena Quaker en la que se distingue, ya no muy claramente sin ayuda de una lupa, un hombrecito que sostiene en su mano derecha una lata en la que, sin duda alguna, y ya se hace necesario usar un instrumento más potente que una simple lupa, debe aparecer otro hombrecito, vestido también como el primero que sostiene en su mano otra lata de avena Quaker.
Lo que llamó la atención de García Márquez cuando vio por primera vez en los potes de avena cuáqueros gordiflones y sonrientes, con sus cabezas más anchas que altas, como soldados de carnaval, en los estantes del comisariato de la Compañía en Santa Marta, fue el peto: un peto duro y aplastado como de hermano cristiano. Luego, tal vez semanas más tarde, cuando le compraron el vestido marinero de paño azul turquí, cuello cuadrado y pito de madera que sabía a jabón de pino, Gacía Márquez notó los zapatos del hombrecito. “Son de marcia”, pensó, pues nunca había visto a nadie en Aracataca usar zapatos de charol sin cordones y con hebillas plateadas. Fue mucho tiempo después cuando descubrió asombrado que en la lata que sostiene en su mano derecha el hombrecito de la avena Quaker hay otro hombrecito que también sostiene en su mano derecha otra lata de avena Quaker en la que aparece otro hombrecito que sostiene en su mano derecha otra lata en la que un hombrecito sostiene en su mano derecha una lata de avena Quaker que muestra un hombrecito sosteniendo en su mano derecha una lata en cuya etiqueta se ve claramente un hombrecito que muestra sostenida en su mano derecha una lata de avena Quaker en la que se distingue, ya no muy claramente sin ayuda de una lupa, un hombrecito que sostiene en su mano derecha una lata en la que, sin duda alguna, y ya se hace necesario usar un instrumento más potente que una simple lupa, debe aparecer otro hombrecito, vestido también como el primero que sostiene en su mano otra lata de avena Quaker.
García Márquez no siguió más allá del cuarto o quinto hombrecito, pero Juana lleva ya años contando los hombrecitos que se suceden uno tras otro con magnífica precisión y que van empequeñeciéndose a medida que se alejan del primer hombrecito que sostiene en su mano una lata de avena Quaker.
Editorial: Norma. S.A
Año:1996
Año:1996
Primera edición: 1972
Páginas: 30-31
Transcripción e introducción: Juan Pablo López Gómez
El libro de donde se transcribe es un ejemplar en pasta blanda fondo verde, de cuadros rojos y fotografía al centro. Fabricado con papel libre de cloro y libre de ácido. Lleva la firma de un propietario en la hoja de la portada, fechada en 1999, y también un sello de la misma firma puesto donde finaliza la obra. En Los cuentos de Juana, Cepeda Samudio presenta su concepción de la novela como unión de cuentos mediante relatos, generando una obra experimental y polémica para la crítica. El prólogo, inicio, nudo y desenlace tiene carácter cada uno, de cuento autosuficiente. En cada uno de ellos se da cuenta de los actos estrambóticos la protagonista Juana. Esta obra junto a un libro de cuentos y una novela, conforman la obra literaria del autor.
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Páginas: 30-31
Transcripción e introducción: Juan Pablo López Gómez
El libro de donde se transcribe es un ejemplar en pasta blanda fondo verde, de cuadros rojos y fotografía al centro. Fabricado con papel libre de cloro y libre de ácido. Lleva la firma de un propietario en la hoja de la portada, fechada en 1999, y también un sello de la misma firma puesto donde finaliza la obra. En Los cuentos de Juana, Cepeda Samudio presenta su concepción de la novela como unión de cuentos mediante relatos, generando una obra experimental y polémica para la crítica. El prólogo, inicio, nudo y desenlace tiene carácter cada uno, de cuento autosuficiente. En cada uno de ellos se da cuenta de los actos estrambóticos la protagonista Juana. Esta obra junto a un libro de cuentos y una novela, conforman la obra literaria del autor.
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