(Sin
título) 2
Muchacha,
un día viniste a la revolución con un par de ojos nuevecitos, porque yo era
prisionero y porque trajiste la memoria de un tiempo oscuro y sin ningún tipo
de referencia; yo me conformo, porque me enviaste palabras entrecortadas, saltando
al campo el pensamiento de Marx como un café bien fuerte o un perro callejero
en una noche de verano iluminado por la fuerza de una flauta; después quedé
viéndome en tus ojos y no pudiste distinguirme jamás por tanta expectativa
hacia dentro; es increíble, es un error, espantando las moscas sólo me queda
desear a mi puta bajo su vieja falda medio luto y después confundirnos y dormir
un sueño doradito que flote en la memoria siguiendo el rastro de la muerte.
(Sin
título) 4
Por
último nos detuvimos, semiocultos por montones de ranchos construidos a manera
de collage. Tres camaradas ocupaban
los rincones opuestos del cuarto hecho de vidrios de botellas quemadas y
pegados con cemento. Los ojos de la viejecita madre del camarada Luis, llenos
de lágrimas que parecían los fragmentos de vidrio del cuarto, relampagueaban
con una sonrisa al tocar, con su manita de huesos a flor de piel, la blusa de
nylon de Elena, que contoneaba toda la dulzura de vomitarle la cara a un gringo
como demostración de moral marxista; sus ojos, sus ojos emergen de círculos
violetas, turban el eco, viven en mi memoria. Elena se detiene por un instante
a recordar el minuto conspirativo; voces de borrachos, uno que otro vaho de
cloacas, las circunvoluciones del cerebro como un tío vivo dando vueltas de
colores, su cabeza empieza a agrietársele, es insoportable todo esto, Elena.
(Sin
título) 10
Te
beso apretándote duro porque me ahogo, Julia, a tus dieciocho años mayor que
yo, a tus convulsas piernas que se esparcen sobre mí, ¡un perfecto rayo de
luz!, y este laberinto que lanza pompas de jabón con guerrilleros dentro, de
todos los colores, clorato, pólvora, gasolina gelatinosa que nos hace caminar
por las paredes, mortalmente incansados, capaces de resistir la refriega; es
más; poner el pie izquierdo al frente, con la cabeza abultada, luminosa en la
semi obscuridad. Y nuevamente nadar sobre tu cuerpo, Edipo, Julia, tocar como a
un algodón ensangrentado ese ángel tuyo que habita treinta y ocho años bajo el
ombligo, tocarlo, tocarlo y besarlo, invadirse de una aún inexistente sensación
amorosa, amorosa y caliente, como nunca, convirtiendo las canciones en supremas
perspectivas, espantando las moscas que revolotean en torno a nosotros, los
dos, bañados en agua salada, calientitos, así para siempre, Julia, como dos
animales antagónicos combatiendo hasta el final, fosforescentes en la
oscuridad, hediondos, con cuatro días de muerte, nuestros cadáveres
descompuestos, dándonos un beso con los ojos cerrados, los dos así para
siempre, costras en el sol de medianoche, un motón de chatarra que quisiera
ponerse a salvo, ¡pero no, no es posible!
(Sin
título) 13
El
tuerto Don Chemane aparenta ser un monstruo sagrado ante el inminente ataque
guerrillero, remata su mercancía bajo pretexto de “por motivos de viaje”,
Chemane, él, Don Chemane, aspira vivir más de doscientos cincuenta y tres años,
aplaca su ira fecundando el vientre de su hija Betty, sus hijos son también sus
nietos y desea ser padre de sus biznietos y así sucesivamente hasta formar una
gran fila de sangre de su sangre; indudablemente que quiere ser el excelente
padre, el magnífico padre de muchas generaciones, el patriarca de su linaje, el
todo, el único, su familia de la historia antigua y contemporánea, el
Saturno que devora a sus propios hijos, el sexo liberador; frente al espejo,
las imágenes juegan con su conciencia, Don Chemane, dibujado por George Roualt,
con su único ojo, el ojo mágico, comercia hasta con su propia sombra como poder
de decisión sobre su destino y sueños interminables.
(Sin
título) 46
Colocaba
sus puñitos pegados hacia el frente como en el instante de una confesión,
“buenos días, profesor”, yo le besaba el ojo izquierdo, ella pestañeaba el
derecho y ponía a temblar su cuerpecito como un animal herido. Ponía el
concierto número uno para violín y orquesta de Juan Sebastián Bach, fabricaba
mis molotov en silencio, y ella sentada en el piso captaba cada uno de
mis movimientos.
(Sin
título) 47
Acostado
con las manos en la nuca y las piernas cruzadas lees el cartelito sobre la
puerta de la celda: “Pabellón W – Celda N°3”, cierras el ojo izquierdo, lo
abres, cierras el derecho, lo abres, cierras el izq… así… así…
interminablemente… cruzas nuevamente las piernas cambiándolas de posición entre
abrir y cerrar de ojos, escupes entre los dientes hacia arriba y la saliva te
cae de regreso sobre el pecho, revuelta con el cielo, exorcizando a tus
semejantes, que al momento te parecen doblemente queridos…
(Sin
título) 51
Y
cuando murió mi tío, tirado en el piso para inyectarle formol, sudaba, rígido,
rodeado por los cantos ceremoniales de los curas. Abrió los ojos de pronto como
si se tratara de una de sus tantas borracheras.
Mi
abuela se lanzó encima del cadáver, besándolo desesperadamente.
“Eduardito,
cuando yo muera, di que fui a reunirme con el tocayo Marx” -dijo.
Yo
lo miraba fijo, la gente pasaba a verlo y, curiosa, me tocaba para cerciorarse
si yo tenía los pies sobre la tierra. Elsa consolaba a mi madre reviviéndole
imágenes en su memoria.
Eso
ocurrió hace cinco años y a mí solo me queda, borracho,
contar
los cadáveres,
sin
pensar en el tío perdido, ni siquiera que existo, ni aun seguro de haberme
visto antes realmente.
(Sin
título) 59
El libro de donde se transcribe es un ejemplar de pasta banda y cubierta realizada por Ángel Arco, en fondo negro, fotografía a blanco y negro y letras amarillas. Fabricado en papel libre de cloro y ácido (92 p. 2 h. 8º). Hace parte de la selección "Relatos" y la colección "Donaire" de la editorial venezolana. Esta obra junto a Las Conjuraciones y Otros Poemas (1975) y Señas y Contraseñas (1985) integran la totalidad de la obra literaria del autor.
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