"RITUALES" PARTE III, RELATOS CORTOS DE EDUARDO SIFONTES: DE GUERRILLA, REVOLUCIÓN Y ENCIERRO


INTRODUCCIÓN A LA SELECCIÓN N°3

Recuerdo los meses en que estuve acercándome al materialismo histórico, a través de la visión de Benjamin acerca de la violencia, sus tesis sobre la historia, el Ángel de Klee, la supervivencia de las luciérnagas de Didi Huberman, y otros textos más que me dejaron un profundo dolor, pensativo y espinoso. Re-leyendo a Sifontes, transcribiéndolo, se hizo inevitable ver esas letras leídas como imágenes que rescatan, como chispazos de incendios necesarios para la cegadora rutina mediática actual. Reflexiones que le urgen a los mandatarios del planeta, a sus ministros, y en general a todos esos que detentan el poder y que mal usan sus bondades. ¡Deténganse!, por un momento recuerden esas palabras de quienes han estructurado sociedades mejores, de quienes han pensado largos días los vericuetos del poder, de quienes sí han reflexionado más de dos minutos antes de lanzar sus bombas y sus disparos de palabras y no de plomo, de comprensión y compasión y no de sevicia y muerte. 

Estos relatos nos hablan de esa posibilidad, de esa necesidad oculta en la mirada de muchos y que Sifontes comparte con locura y soltura, sin pretensión de denuncia sino más bien de orgullo por la lucha, de amor por la fe en causas para muchos, perdidas. La juventud es revolucionaria ante la anquilosada realidad; ese poder se encuentra en germen y en estos relatos esta su cultivo; puro formol para nuestros cuerpos putrefactos.

Palabras, nombres propios, que van marcando las épocas y pasando por diferentes contextos y plataformas de lectura

Proceso de transcripción de Marcelo. Los textos desde el soporte físico del libro hacia el soporte digital


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Muchacha, un día viniste a la revolución con un par de ojos nuevecitos, porque yo era prisionero y porque trajiste la memoria de un tiempo oscuro y sin ningún tipo de referencia; yo me conformo, porque me enviaste palabras entrecortadas, saltando al campo el pensamiento de Marx como un café bien fuerte o un perro callejero en una noche de verano iluminado por la fuerza de una flauta; después quedé viéndome en tus ojos y no pudiste distinguirme jamás por tanta expectativa hacia dentro; es increíble, es un error, espantando las moscas sólo me queda desear a mi puta bajo su vieja falda medio luto y después confundirnos y dormir un sueño doradito que flote en la memoria siguiendo el rastro de la muerte.

 

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Por último nos detuvimos, semiocultos por montones de ranchos construidos a manera de collage. Tres camaradas ocupaban los rincones opuestos del cuarto hecho de vidrios de botellas quemadas y pegados con cemento. Los ojos de la viejecita madre del camarada Luis, llenos de lágrimas que parecían los fragmentos de vidrio del cuarto, relampagueaban con una sonrisa al tocar, con su manita de huesos a flor de piel, la blusa de nylon de Elena, que contoneaba toda la dulzura de vomitarle la cara a un gringo como demostración de moral marxista; sus ojos, sus ojos emergen de círculos violetas, turban el eco, viven en mi memoria. Elena se detiene por un instante a recordar el minuto conspirativo; voces de borrachos, uno que otro vaho de cloacas, las circunvoluciones del cerebro como un tío vivo dando vueltas de colores, su cabeza empieza a agrietársele, es insoportable todo esto, Elena.

 

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Te beso apretándote duro porque me ahogo, Julia, a tus dieciocho años mayor que yo, a tus convulsas piernas que se esparcen sobre mí, ¡un perfecto rayo de luz!, y este laberinto que lanza pompas de jabón con guerrilleros dentro, de todos los colores, clorato, pólvora, gasolina gelatinosa que nos hace caminar por las paredes, mortalmente incansados, capaces de resistir la refriega; es más; poner el pie izquierdo al frente, con la cabeza abultada, luminosa en la semi obscuridad. Y nuevamente nadar sobre tu cuerpo, Edipo, Julia, tocar como a un algodón ensangrentado ese ángel tuyo que habita treinta y ocho años bajo el ombligo, tocarlo, tocarlo y besarlo, invadirse de una aún inexistente sensación amorosa, amorosa y caliente, como nunca, convirtiendo las canciones en supremas perspectivas, espantando las moscas que revolotean en torno a nosotros, los dos, bañados en agua salada, calientitos, así para siempre, Julia, como dos animales antagónicos combatiendo hasta el final, fosforescentes en la oscuridad, hediondos, con cuatro días de muerte, nuestros cadáveres descompuestos, dándonos un beso con los ojos cerrados, los dos así para siempre, costras en el sol de medianoche, un motón de chatarra que quisiera ponerse a salvo, ¡pero no, no es posible!

 

(Sin título) 13

El tuerto Don Chemane aparenta ser un monstruo sagrado ante el inminente ataque guerrillero, remata su mercancía bajo pretexto de “por motivos de viaje”, Chemane, él, Don Chemane, aspira vivir más de doscientos cincuenta y tres años, aplaca su ira fecundando el vientre de su hija Betty, sus hijos son también sus nietos y desea ser padre de sus biznietos y así sucesivamente hasta formar una gran fila de sangre de su sangre; indudablemente que quiere ser el excelente padre, el magnífico padre de muchas generaciones, el patriarca de su linaje, el todo, el único, su familia de la historia antigua y contemporánea, el Saturno que devora a sus propios hijos, el sexo liberador; frente al espejo, las imágenes juegan con su conciencia, Don Chemane, dibujado por George Roualt, con su único ojo, el ojo mágico, comercia hasta con su propia sombra como poder de decisión sobre su destino y sueños interminables.

 

(Sin título) 46

Colocaba sus puñitos pegados hacia el frente como en el instante de una confesión, “buenos días, profesor”, yo le besaba el ojo izquierdo, ella pestañeaba el derecho y ponía a temblar su cuerpecito como un animal herido. Ponía el concierto número uno para violín y orquesta de Juan Sebastián Bach, fabricaba mis molotov en silencio, y ella sentada en el piso captaba cada uno de mis movimientos.

 

(Sin título) 47

Acostado con las manos en la nuca y las piernas cruzadas lees el cartelito sobre la puerta de la celda: “Pabellón W – Celda N°3”, cierras el ojo izquierdo, lo abres, cierras el derecho, lo abres, cierras el izq… así… así… interminablemente… cruzas nuevamente las piernas cambiándolas de posición entre abrir y cerrar de ojos, escupes entre los dientes hacia arriba y la saliva te cae de regreso sobre el pecho, revuelta con el cielo, exorcizando a tus semejantes, que al momento te parecen doblemente queridos…

 

(Sin título) 51

Y cuando murió mi tío, tirado en el piso para inyectarle formol, sudaba, rígido, rodeado por los cantos ceremoniales de los curas. Abrió los ojos de pronto como si se tratara de una de sus tantas borracheras.

Mi abuela se lanzó encima del cadáver, besándolo desesperadamente.

“Eduardito, cuando yo muera, di que fui a reunirme con el tocayo Marx” -dijo.

Yo lo miraba fijo, la gente pasaba a verlo y, curiosa, me tocaba para cerciorarse si yo tenía los pies sobre la tierra. Elsa consolaba a mi madre reviviéndole imágenes en su memoria.

Eso ocurrió hace cinco años y a mí solo me queda, borracho,

contar los cadáveres,

sin pensar en el tío perdido, ni siquiera que existo, ni aun seguro de haberme visto antes realmente.

 

(Sin título) 59

Humberto se retrae en la evocación de los guerrilleros muertos y las batallas perdidas, toca todo lo que ve para enterarse de que existe realmente, toca de nuevo para ver si no se miente él mismo y pone en circulación sus gestos, cierra los ojos olfateando un olorcito a niño recién nacido y siente sus viejos huesos que yacen bajo tierra, lee lo que escribió hace dos minutos: había algo extraño que no me he podido expresar, había algo irreal en todo lo que me rodeaba y también en mí mismo, sin embargo no tenía forma de sueño, parecía como si fuese el último de los días. Y después Humberto ve que las marcas del cuaderno son borrones de tinta y saca el pulverizador para el asma…


Autor: Eduardo Sifontes

Título: Rituales

Editorial: Monte Ávila Editores (Caracas)

Colección: Donaire

Fecha publicación: febrero de 1973 (1ª edición)

Transcripción e introducción: Marcelo Ocampo Valencia


El libro de donde se transcribe es un ejemplar de pasta banda y cubierta realizada por Ángel Arco, en fondo negro, fotografía a blanco y negro y letras amarillas. Fabricado en papel libre de cloro y ácido (92 p. 2 h. 8º). Hace parte de la selección "Relatos" y la colección "Donaire" de la editorial venezolana. Esta obra junto a Las Conjuraciones y Otros Poemas (1975) y Señas y Contraseñas (1985) integran la totalidad de la obra literaria del autor.


Otros posts sobre este libro

👉PARTE I, ELSA

👉PARTE II, BALAS Y REVÓLVER


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