Reaparecer integro luego de los soplamocos que dan los días, luego del pum, del pláss, de las bombas y de los fusiles que se gritan incoherencias en todas latitudes; despertarse clarito luego de ver que el sueño se hace frágil y muere frente nuestros ojos atónitos. Eso en solo un día de guerra. Llegan los aromas dulces al terminar la hostilidad y apenas es de noche. Ebrio, desconsolado. Entretenerse con sinceras palabras, que nada dicen, que se desenvuelven hasta completar mundos de olor a pescado y a panela, a leña ardiendo cerca al mar, de altas nubes escurridizas. Pensarse en el mañana, en el doloroso mañana que llega hoy, entre rumores de venganza, de traición, de zozobra. Las manos en las armas, agitadas, nerviosas, de rostros ajados, maceradas. Sostener el sinsentido con firmeza, como cargando un arma por algún tercero y que disparas con sus manos; como ser presidente de gobiernos actuales y depender del interés transnacional. ¡Derechito pal cadalso! Morirse en el sueño fatal de la realidad y no despertarse a ningún otro, sin un mañana que torture y que plazca, sin canciones ni caldo. De igual modo, en cualquier momento uno puede abrirse algu…
(Sin
título) 1
En
cualquier momento uno puede abrirse alguno de esos conductos que llevan la
sangre al corazón, y soplar, soplar y soplar hasta marearse y que ese soplo se
transmita a esos otros conductos llamados venas y que cada una de ellas se
vuelva de colores, azul, verde, violeta, y que uno se infle, se infle hasta
quedar como un hipopótamo o como un actor de teatro diciendo: Ah, ahh,
aaahhh. . . .y plús. . . abrir los ojos
como un recién nacido y reír, nada más, reír porque es un sueño solamente o
puramente invención de palabras. Pero no, es mejor estar en un bar, una boite, un cabaret o como lo quieras
llamar; y te hartas de cerveza hablando mal de los humanos y sus costumbres. Y
luego salir a la calle danzando en reverencia a Baco; comenzar a cantar en
forma ritual el homenaje a la indagación insoluble de la vida y la muerte, y
después. . . plás. . . estar rodeado de carros en medio de la calle y de una
muchedumbre que grita: “lo hubieran matado, descuartizado”. Pero no, eso no es
todo, prosigue tu camino y tambaléate, imagínate que… no. . . mejor es no
imaginarse. . . por la misma acera viene tu novia, tu Elsa o tu Alfonsina;
abres los ojos desmesuradamente y corres hacia ella: agárrale el bello y
hermoso jardín de su sexo y grítale: “¿Cómo estás, único ángel celestial que
tengo aquí en la tierra? ¡Te ofrezco hambre, degradación y tristeza”! . . .y
plún. . . un soplamoco de tu novia y un caer al suelo inconsciente y que
recobres el conocimiento y un jurado de tu organización política te critique y
te sancione y te autocritiques con un puñal de sangre enterrado en pleno
corazón para después decir “qué pendejadas son los pensamientos”. Luego te
acuestes y te duermes y el sueño te presta un olor a puerto-pescador-muelle-pescado,
que te trae música que lame tu sangre y te hace advertir la tragedia de que
estás aquí, redactando una nueva carta al consignatario que ya no existe, pero
ponte a llorar, es mejor, ponte a gritar o comienza a hacer exorcismos dos días
y dos noches y luego. . . pám. . . te multiplicas, y cada uno de ti mismo silva
como pájaro, canta como fauno, grita con potencia de trompeta, como de mito a
mito, y se envenena la atmósfera con música de Bach y declama cada uno de ti
mismo: “Ernesto, tu grito se escucha en las profundidades de nuestras almas;
tú, como un centauro enterrado hasta el cuello, animando al género humano;
cantando una cancioncilla roja y negra y bordando nuestros corazones con hilos
de colores”. Amigo Ernesto, tus campanas viscerales nos convocan y te oímos
dispuestos firmemente a la acción en medio de los bosques. Y después. . . pláf.
. . desaparecen todos los que te forman y se vuelven fusiles o nubes de colores
o corazones receptivos y te pones a cantar como nunca: “Yo aquí agonizo, quiero
romper mi pseudo-ciudad seflorial y salirme de su pleno solazo para conocer a
los hijos de mi padre, repartidos en las diferentes partes de ese culito del
mundo llamado Oriente”. Y posteriormente comes y comes hasta hartarte y echarte
a dormir, roncando, sin pesadillas, sin pensar en nada, ni siquiera que
existes. Y te pones a vivir tu sueño. Roto. Fatal. A medianoche, tu sueño roto.
Fatal.
Ejemplar de pasta banda y cubierta realizada por Ángel Arco, en fondo negro, fotografía a blanco y negro y letras amarillas. Fabricado en papel libre de cloro y ácido (92 p. 2 h. 8º). Hace parte de la selección "Relatos" y la colección "Donaire" de la editorial venezolana. Esta obra junto a Las Conjuraciones y Otros Poemas (1975) y Señas y Contraseñas (1985) integran la totalidad de la obra literaria del autor.
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